lunes, 27 de enero de 2014

NOTICIAS DE INTERÉS GENERAL
ARTISTAS CALLEJEROS
PALERMO
Hace calor y el sol pica fuerte esa mañana. En el semáforo de San Martín y Avda. Perón, hay espectáculo. Todavía en la esquina, liviano de equipaje (por lo menos acá) el malabarista acomoda su bolsita de tela, toma sus clavas y practica un poco.
En su vestuario, chaleco, pantalón a media pierna y sombrero, predomina el color negro pero no faltan los detalles en rojo, la corbata, media a rallas, el toque creativo que caracteriza a todo artista.
El semáforo cambia de color, los autos se detienen y comienza la función.
Cuando baja a la calle, ya no es el mismo, la mirada, la postura y la sonrisa son diferentes. Se inclina y coloca una de las clavas en medio de la calle a modo de referencia de espacio y comienza con los malabares, breve, concreto y preciso. Al segundo y con las clavas bajo el brazo, se quita el sombrero y pasa por los autos. Muchas ventanillas se bajan, le agradecen y depositan en "la gorra" el dinero que piensan vale su espectáculo, muchas otras permanecen cerradas.
De un salto, sube a la vereda dando paso a los vehículos, saca del sombrero el dinero obtenido que no cuenta y guarda, preparándose nuevamente para la función que sigue.

El malabarismo es una tradición muy antigua. En Egipto, en los tiempos del príncipe Beni Hassan (1794 a 1781 a.c.) ya se conocían mujeres que hacían malabarismo, de hecho hay varias pinturas de egipcios haciendo malabarismo de pie.
En El Talmud donde se hace referencia a un rabino que se dice, hizo malabares con ocho antorchas encendidas y también con vasos de vino, sin derramar ninguna gota.
Bajo el reinado del Gran César en la película Gladiador, se muestra perfectamente a malabaristas actuando en las ferias del pueblo. De esto hay mucho de cierto ya que las últimas dinastías egipcias emigraron a Roma llevando consigo parte de su cultura.
En 1930 en gran parte de Europa y Norteamérica se hizo muy popular el "Espectáculo de Variedades" entre las clases medias-altas, que sacó a los malabaristas de las calles y cárceles europeas y los hizo trabajar en Teatros y Circos.

Realizar esta tradición tan antigua en la calle, es todo un reto. El arte es difícil y el callejero lo es aún más. Sin espacio que contenga al artista, sin respaldo de luces ni escenografía, sin equipo alguno, está solo y vulnerable, expuesto y ofreciéndose honesta, profunda y directamente a la gente, su público, el que además varía a cada momento.
El artista callejero siente amor por lo que hace y el coraje necesario para andar solo con el arte elejido.
Sonríe el malabarista cuando le pregunto de donde viene, "de Mendoza", me contesta. Le comento sobre el blog, que me gustaría, si no le molesta sacarle unas fotos, "buenísimo", dice, "dígame donde buscarlo", "me llamo Jesús David, pero me dicen Palermo".
"No se olvide de poner eso, que me dicen Palermo" termina de decirme mientras vuelve a la calle. "Gracias!!" grita por último. 
De nada, al contrario, gracias a vos.


LA ECONOMÍA Y EL TURISMO CON HELADERITA
¿Quién iba a decir, años atrás, que estaríamos hablando de economía como si nada? comentaba una periodista a otro durante un informativo, relacionando el tema con el turismo y el costo de las vacaciones, entre otros.
Los teatros no cuentan con la cantidad de espectadores que pensaban, la gente va a la playa con sus heladeritas donde llevan el liviano almuerzo y las bebidas. Se camina mucho mirando vidrieras, se consume lo justo y menos también, dicen las informaciones.
"Los precios están muy altos", comenta una señora. "El alquiler del departamento nos cuesta mucho y no nos queda demasiado margen de gasto" dice otro señor. "Nos trajimos todo" contesta riendo una de las chicas del grupo.
Los análisis que hacen, son interesantes, simples y aprendidos.
"Entendemos que los lugares turísticos trabajan específicamente en temporada, entendemos que los precios no serán los mismos que pagamos en nuestras casas, pero se les va la mano y la verdad es que somos turistas...no somos estúpidos".
Me quedo con esta última frase.
"Somos turistas...no somos estúpidos"
Para hablar sobre lo conocido, me ubicaré en Colón, donde los precios son por llamarlos de alguna manera "interesantes" en todas las áreas.
La primera justificación ante los precios altos en lo que sea, es, "somos ciudad turística", como si esa sola característica autorizara a cobrar lo que se quiere.
"Los alquileres están caros" comentaba una turista. 
"Piden mucha pasta, alguna ensalada...carne poco y nada, algo de pollo que está barato" me decía un trabajador gastronómico.
"Nos quedamos menos, porque no nos da el presupuesto para más" con resignación me confesaba un turista.
" Una de las reservas se me colgó, me llamaron para decirme que no vendrían porque no les daban los números", "otros me volvieron a llamar para decirme si en lugar de tres podían ser ocho en el departamento y por el mismo dinero" me contaban desde un complejo turístico.
Algunos prestadores de servicios, agregaban justificando los precios, que "menos, en el caso de los departamentos, no podemos cobrar, tenemos que equiparlos para poder pasar la inspección y tener la autorización municipal. Equiparlos como piden sale plata, pagar la autorización municipal también y todo eso lo tenemos que sumar al alquiler ...y sí, se encarece".
"La comida siempre estuvo cara en casi todas partes, pero porque todo está caro, acá es imposible comprar verdura a precios razonables, carne o lo que necesites. Aún comprando al por mayor, los precios son altos y si le agregamos el alquiler del negocio, los sueldos, los gastos y demás...y bueno, ahí tenés" aportaba un gastronómico
"Y sí, Colón es caro" era la frase final utilizada en todos los casos.
Pero, pregunto...¿es preferible no vender a vender un poco más barato?¿es preferible no alquilar a bajar un poco los costos?¿es inteligente pretender sostener una ciudad turística, sobre todo en relación a los altos precios, desatendiendo la realidad económica del país?
"Algo se puede hacer", me decía una vecina, "en C. del Uruguay los precios están a la mitad, en San José está más barato y no creo que ellos pierdan plata". "Acá ves que frutas y verduras se pudren en los cajones...prefieren eso a ponerlos en oferta, hacer bolsitas con trozos de verdura para sopas, armar cajones con frutas pasadas, más baratas, para compotas...hay muchas maneras de vender más barato y vender más, si querés y tenés ganas de trabajar pensando en en cliente".
"Que se yo, podrían devolver lo que se pagó de autorización para habilitar los departamentos, si la temporada viene mal, así se pueden bajar un poco los alquileres...se me ocurre"
"Se pueden hacer cosas...lo que pasa es que no se quiere". concluía.
Y la verdad es que no dice nada que no sea cierto. 
En C. del Uruguay, en San José, en Concordia, en Gualeguaychú, está más barato, todo está más barato, en muchos casos se pueden comprar dos artículos por lo que aquí se compra uno. Los alquileres están mucho más baratos. Hay más opciones y márgenes de precios más amplios. La gente compra más, alquila más. Y son ciudades que integran el corredor turístico del Río Uruguay.
Ser ciudad turística no nos habilita para disparar precios sin límites, ser caros no nos hace mejores turísticamente hablando si esa carestía no está relacionada con la calidad del servicio que se presta. Los turistas saben de precios, tanto como los vecinos y en ambos casos, los sufrimos.
Y tampoco pensamos que la solución está en repuestas como ésta, "y bueno...váyanse a otra ciudad si ésta les parece cara", porque también podría resultar en fracaso y pérdida.
Tal vez, sólo tal vez, si desde todos los espacios, gubernamentales, prestadores de servicios en general, artistas y medios de prensa en general, pensáramos en conjunto, estando alertas a los constantes cambios que la economía argentina propone, adaptándonos a los requerimientos que son obvios, pensando en el otro con consideración, tratando de ganar lo suficiente sin perder los parámetros, en una se esas, quién puede saberlo, terminamos ganando todos, porque de hecho...todos somos potenciales turistas...pero no estúpidos.


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