EDITORIAL 04/03/2013
Un hombre se quitó la vida
Así dice el título de la noticia que detalla que un hombre de 44 años decidió acabar con su vida el viernes . Alrededor de las 18:00 -continúa- el cuerpo de Leonardo Lima fue hallado en la habitación donde vivía en Urquiza al 865 de Colón.
Un hombre se quitó la vida y queriendo se sumó al altísimo porcentaje de suicidios que tenemos en la zona, tal alto que nos hace estar en un lugar destacado en relación a la cantidad promedio de suicidios del país.
Una nota que leí hace poco tiempo atrás decía que in gran porcentaje de personas que llaman al 135, el número para auxilio de personas en crisis, llaman porque no tienen con quien hablar.
Podrán preguntarse qué tiene que ver una cosa con la otra...y entonces podría contestarles que mucho.
En estos tiempos en que todavía no hemos aprendido del todo la importancia de ciertas cosas, en los que muchos corren porque el dinero no les alcanza (o no alcanzan al dinero) y otros muchos corren simplemente porque quieren más. En estos días donde tantos están tan solos y tan rodeados de gente, la soledad se ríe complacida y persigue y arrincona y acobarda y mata.
No es lo mismo estar en soledad por elección y por períodos también elegidos, que estar solos por obligación, por desamparo y por más tiempo del que es posible soportar.
Se me ocurre espantoso el no tener con quién hablar, pero no para hablar por hablar sin razón y de otros. Hablar en lo playito, sin profundizar, sin confiar, de mentirita (como dirían los gurises). No tener con quién hablar desde lo más profundo, de lo que se siente y sufre o no se entiende, hablar y ser escuchado, sin ser juzgado, tal vez ni siquiera comprendidos. Sólo escuchado.
Vomitar los dolores, parir sufrimientos, sin vergüenza de llantos, sin represiones propias ni ajenas, buscando una sonrisa como locos en algún hombro que misericordioso aparezca.
No todos son tan fuertes, ni tan indiferentes, ni pueden zambullirse en la vida sintiéndola apenas entre un trabajo y otro comiendo indiferencias. En realidad éstos son los menos.
Los más, andan con el corazón en una mano, el alma hecha un trapo, sosteniendo una espada todo el día, un estandarte en nombre de lo que apenas alcanza para sentirse vivos.
Un hombre se quitó la vida, así nomás, se la quitó, ni siquiera pudo dejársela para intentar vivirla un poco más. La noticia está chiquita en la página de un periódico, en una esquinita contra el margen, dice que tenía 44 años, como se llamaba y donde quedaba la pieza donde lo encontraron. Solo. Terriblemente muerto y solo. En una de esas terriblemente solo y ya muerto desde hace tanto.
La noticia está chiquita porque nada se puede decir de un hombre sólo, tan arrinconado en una pieza que hasta olvidó como hacerse de coraje para seguir con vida, nada se puede decir en estos tiempos en que la gente hasta se muere por no tener con quién hablar.
Poli Echevarría
Un hombre se quitó la vida
Así dice el título de la noticia que detalla que un hombre de 44 años decidió acabar con su vida el viernes . Alrededor de las 18:00 -continúa- el cuerpo de Leonardo Lima fue hallado en la habitación donde vivía en Urquiza al 865 de Colón.
Un hombre se quitó la vida y queriendo se sumó al altísimo porcentaje de suicidios que tenemos en la zona, tal alto que nos hace estar en un lugar destacado en relación a la cantidad promedio de suicidios del país.
Una nota que leí hace poco tiempo atrás decía que in gran porcentaje de personas que llaman al 135, el número para auxilio de personas en crisis, llaman porque no tienen con quien hablar.
Podrán preguntarse qué tiene que ver una cosa con la otra...y entonces podría contestarles que mucho.
En estos tiempos en que todavía no hemos aprendido del todo la importancia de ciertas cosas, en los que muchos corren porque el dinero no les alcanza (o no alcanzan al dinero) y otros muchos corren simplemente porque quieren más. En estos días donde tantos están tan solos y tan rodeados de gente, la soledad se ríe complacida y persigue y arrincona y acobarda y mata.
No es lo mismo estar en soledad por elección y por períodos también elegidos, que estar solos por obligación, por desamparo y por más tiempo del que es posible soportar.
Se me ocurre espantoso el no tener con quién hablar, pero no para hablar por hablar sin razón y de otros. Hablar en lo playito, sin profundizar, sin confiar, de mentirita (como dirían los gurises). No tener con quién hablar desde lo más profundo, de lo que se siente y sufre o no se entiende, hablar y ser escuchado, sin ser juzgado, tal vez ni siquiera comprendidos. Sólo escuchado.
Vomitar los dolores, parir sufrimientos, sin vergüenza de llantos, sin represiones propias ni ajenas, buscando una sonrisa como locos en algún hombro que misericordioso aparezca.
No todos son tan fuertes, ni tan indiferentes, ni pueden zambullirse en la vida sintiéndola apenas entre un trabajo y otro comiendo indiferencias. En realidad éstos son los menos.
Los más, andan con el corazón en una mano, el alma hecha un trapo, sosteniendo una espada todo el día, un estandarte en nombre de lo que apenas alcanza para sentirse vivos.
Un hombre se quitó la vida, así nomás, se la quitó, ni siquiera pudo dejársela para intentar vivirla un poco más. La noticia está chiquita en la página de un periódico, en una esquinita contra el margen, dice que tenía 44 años, como se llamaba y donde quedaba la pieza donde lo encontraron. Solo. Terriblemente muerto y solo. En una de esas terriblemente solo y ya muerto desde hace tanto.
La noticia está chiquita porque nada se puede decir de un hombre sólo, tan arrinconado en una pieza que hasta olvidó como hacerse de coraje para seguir con vida, nada se puede decir en estos tiempos en que la gente hasta se muere por no tener con quién hablar.
Poli Echevarría
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